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ALFABETIZACION VISUAL

Autor: PROF. CLAUDIO JOSE MARIA ALTISEN

Temática: ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS

Descripción: 6 de información comunicada por la prensa, las revistas, las películas, la televisión y la radio, exceden en gran medida a la cantidad de información comunicada por la instrucción y los textos de la escuela. Incluso la formación humana —la creación de patrones culturales, y los cambios de conducta— parecen estar más condicio- nados por los nuevos medios que por la escuela. Este desafío ha destruido el monopolio del libro como ayuda a la enseñanza y ha derribado los propios muros de las aulas de modo tan repentino e impactante, que los intelectuales conservadores y la mayoría de los docentes, están confun- didos y desconcertados. En esta situación social profundamente trastornada —ya haremos más ade- lante una descripción de este trastorno—, es natural que muchos maestros y profesores consideren los nuevos medios de comunicación como una forma de entretenimiento, más que como auténtica educación (aún cuando se pueda hablar —impropiamente— de educación deshumanizante o deseducación). Pero esta actitud rabiosamente crítica y negativista no resulta convincente para quien, superando las apreciaciones simplistas, estudie seriamente el problema. Por ejem- plo, la mayoría de los que hoy son clásicos de la literatura, la música, o el teatro, fueron originariamente considerados como entretenimiento ligero. Casi todas las obras vernáculas fueron así juzgadas hasta el siglo XIX. Incluso la magnífica arquitectura Gótica, debe su nombre a que en su tiempo se la llamaba despecti- vamente "cosa de Godos"... La película, al igual que el libro, es un mecanismo de duplicación... Hoy empezamos a darnos cuenta de que los nuevos medios no son simple- mente una gimnasia mecánica para crear mundos de ilusión, sino nuevos len- guajes con un nuevo y único poder de expresión. Estos medios nos ayudan a recuperar la intensa conciencia del lenguaje social y del gesto corporal. Si estos "medios de comunicación de masas" nos sirvieran solamente para debilitar o corromper niveles anteriormente alcanzados por la cultura verbal, no sería por- que haya en ellos nada inherentemente malo. Sería porque no hemos podido dominarlos como nuevos lenguajes, para integrarlos en la herencia cultural global. Es innegable que la actual educación dada a jóvenes de la cultura de la imagen, anula en la práctica el deseo de aprender y convierte la situación de aula en una mímica vacía de contenido. Algunos, como F. Dolto, proponen que "los profesores (alguna vez) se- rán autores de programas registrados que se ofrecerán por televisión y por video. Pero los adultos que estén en contacto con los alumnos no se llamarán educadores, sino animadores o acogedores. Y estarán allí por- que tendrán ganas de estar" 9. Esta afirmación descalificatoria de la labor docente, en pro de un progresis- mo tecnológico educativo, nos parece desasertada, pues confunde la tecnología didáctica con la labor pedagógica, olvidando todo el entramado vivo de relacio- nes humanas necesarias para una verdadera educación integral. Esta especie de fascinación tecnológico-futurista es un despropósito conceptual y operativo. Pero, por otra parte, hay quienes contrapuestamente opinan —como el matrimonio Obiols— que en esto hay una lucha despiadada de la imagen "con- tra" la palabra. Suponen que así la palabra es desautorizada, poniéndose por encima de ella la imagen, lo cual equivaldría a un regreso de la evolución humana a etapas primitivas preverbales. También afirman que la preocupación por motivar y contener afectivamente al alumno, es tratarlo como un niño pequeño. Y por último, que con esta tecnología didáctica no sólo no se combate adecuadamente el pensamiento mágico que la tecnología y los medios masivos estimulan, sino que, al utilizar los mismos medios para la enseñanza, se fomenta la creencia de que aprender es algo inmediato y sin esfuerzo. Rematan todas estas apreciacio- nes diciendo que la escuela se convierte así en un jardín de infantes para adolescentes, donde sólo se podrá apelar al placer y nunca al esfuerzo como técnica educativa..., con lo cual la escuela sería algo así como una guardería de niños. 10 Este tipo de discusiones y argumentos enfrentados no parecen conducir a soluciones valederas. De hecho, los medios siguen y seguirán educando (o deseducando, como se prefiera) a la masa..., y poco y nada puede contra ello el pataleo de este tipo de intelectualizaciones. En la realidad actual, el docente que entra al aula se encuentra con un alumno promedio que tiene devaluada la imagen de su profesor, en quien no deposita demasiado respeto ni admiración. Y el resultado es la desconsideración aún mayor del rol... No es raro encontrar muchachos y chicas que se preguntan "¿Para qué me sirvió a mí leer El Quijote?", y en su casa tienen largas sesiones de "MTV" y rock n'roll, en las cuales "aprehenden" un estilo de vida (no estamos haciendo aquí una valoración ética, sólo constatamos un hecho). Esa pregunta sobre el Quijote, por ejemplo, apunta a la necesidad de obtener algún tipo de rédito o satisfacción personal, producto de la enseñanza y al descrédito de la tarea que se quiera realizar en la escuela. Esta realidad es también percibi- da, descripta y comentada por intelectuales como los Obiols, pero se niegan a asumir el desafío de los nuevos lenguajes, y se excusan echándole la culpa del malestar estudiantil, a los medios de comunicación. Lo que no entienden es que el alumno y su profesor, no están hablando un mismo lenguaje, lo cual dificulta el mutuo entendimiento. F. Dolto apunta: "Cada vez que me he encontrado con jóvenes en un instituto, me han hecho saber que el 'cole' es el lugar más aburrido que existe. Allí fuman y dormitan. Han renunciado incluso a las reivindica- ciones. Su estado depresivo generalizado no recuerda ni siquiera el hospi- tal de día, sino más bien la cárcel de día. Cierto es que si los alumnos cobraran, la cosa sería diferente. Los que trabajan (estudian), especial- mente las chicas, y que hacen todos los 'gestos del creyente' que se les pide que hagan, tienen la sensación de que eso no sirve para nada" . Estos alumnos no están inhibidos por una disciplina represiva en sus hoga- res, deseosos de encontrar un lugar donde expresarse y un adulto que lo permita. Estos alumnos que pueblan las aulas, son adolescentes aburridos que, en el mejor de los casos repiten como buenos actores los gestos esperados (por el profesor), pero no se interesan por lo que hacen. No hay idealización, ni interés. Para estos muchachos y chicas, las paredes del aula son insignificantes..., lo que se hace en la escuela no tiene significación. La mayoría de ellos opina que en la escuela pierden el tiempo, porque su centro de interés está más fuera del colegio (en el aula sin paredes), que adentro. Es imperiosamente necesario reconocer que los nuevos medios de comuni- cación, han suplantado la cultura del libro por una cultura de la imagen, que estos nuevos medios articulan nuevos lenguajes (no lineales), y que los docen- tes suelen ser analfabetos de la imagen. Lo lamentable es que asuman ante estos lenguajes, la misma actitud de aquel que, al no saber de matemáticas, considera que un complejo teorema de un eximio matemático es un error y un cálculo inútil. Eso es algo más que un rasgo de soberbia intelectual, es el simplismo del frenesí dogmatista. Aunque es verdad que hay muchos antivalores en esta cultura de la imagen (que no desconocemos, y de los cuales ya hablaremos), sin embargo ellos no la desacreditan de suyo, sino en el uso que se hace de los medios. La escuela debería formar a sus alumnos para la vida en esta cultura, y no lo hace. Olvida, por otra parte, que lo que ella no hace, lo hacen otros..., y en ese sentido, los medios de comunicación de masas, tienen un influjo educativo sobre los jóvenes, más fuerte que la institución escolar. Pienso que tal vez muchos de los antivalores de la cultura de la imagen, se desarrollan en el caldo de cultivo de la ignorancia y la formación libresca...; que deja a los alumnos —fuera del ámbito escolar—, a merced de la manipulación persuasiva de los medios. Los medios son verdaderamente aulas sin paredes; nosotros no los miramos a ellos, sino que ellos —cual celosos maestros— nos miran a nosotros. Cuando decimos "tengo televisión" (en vez de decir "tengo un televisor"), suprimimos el artículo indeterminado como si algo nos hubiera ocurrido: "televisión". La televi- sión nos mira a nosotros, nos guía. Las revistas y los periódicos no transmiten ya "información", sino que ofrecen una forma de ver las cosas. Y todo esto tan nuevo y constantemente cambiante, mantiene siempre una frescura y un atracti- vo extremadamente poderoso. Gigantescamente superior al de la anquilosada "escuela".

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